La maduración del cerebro

Si pensamos en los genios, una característica que se suele destacar es su precocidad. Mozart era capaz de tocar el piano a los 4 años, Einstein escribió su famosa teoría de la relatividad cuando tenía 26, y un Mark Zuckerberg de 19 años tuvo la multimillonaria idea de Facebook. ¿Significa esto que la inteligencia alcanza su punto máximo a una edad temprana? ¿Se deterioran todas nuestras capacidades a medida que envejecemos? Empecemos nuestro viaje siguiendo cómo cambia el cerebro a lo largo de la vida.

Cuando los bebés nacen, la mayoría de sus órganos ya están formados y son funcionales, sin embargo, hay uno que tiene mucho "trabajo pendiente": el cerebro. Durante los primeros años de un bebé, cada neurona forma más de un millón de conexiones por segundo. Esos contactos son los que hacen que nuestro cerebro funcione. La primera infancia es un período en el que las neuronas exploran y establecen el mayor número posible de conexiones. Pero no podemos mantenerlas todas.

Serán las conexiones que se utilizan más a menudo las que se fortalezcan, mientras que las que no se emplean acaban eliminándose. De este modo, la comunicación se vuelve más eficaz. Este es un punto clave porque las células cerebrales tienen que hablar constantemente entre sí. Diferentes regiones del cerebro son responsables de distintas habilidades. Nuestra supervivencia depende de que intercambien información rápidamente.

Por ejemplo, al ver un león en la naturaleza se activa una estructura cerebral que detecta las amenazas, esta región se comunica con otras áreas que controlan las funciones motoras y le dicen: ¡sal corriendo! Como puedes imaginar, cuanto más rápido ocurra esto, más posibilidades de escapar tendrás. Pero esto no sólo es importante en situaciones de vida o muerte. Nuestros pensamientos, planes, resolución de problemas o capacidad de aprendizaje también dependen de la comunicación eficaz de las neuronas.

Hay que proteger algo tan valioso, así que las conexiones que quedan se refuerzan gracias a la llamada mielina. La mielina es una capa aislante que envuelve las proyecciones neuronales como un aislante alrededor de un cable. Con esta molécula, las neuronas son más resistentes y sus señales eléctricas viajan más rápido. La mielina aparece gradualmente a medida que los niños crecen, mejorando la función cerebral.


Para percibir su efecto, los científicos han desarrollado pruebas en las que miden el tiempo que tardas en responder. Imagina que ves un objeto desde una perspectiva extraña, por ejemplo, una cuchara colocada como la de la imagen. Para reconocerla, nuestro cerebro tiene que utilizar diferentes áreas. Cuanto más mielina tenemos, más rápido se comunican esas regiones, tardando menos en responder. 

Extracted from Baird et al., 2005

Tanto la mielinización como las conexiones neuronales aumentan el volumen del cerebro hasta alrededor de los 40 años, después se reduce lentamente a medida que el tejido empieza a degenerar. Sin embargo, no todas las partes del cerebro cambian al mismo tiempo. Las zonas que tardan más en madurar son las que se deterioran primero.

Las mayores pérdidas comienzan ya a los 30 años y se producen en el córtex prefrontal -importante para la atención, la planificación, el razonamiento y la resolución de problemas- y en el hipocampo -implicado en el aprendizaje, la memoria y la navegación-. Pero, ¿cómo se traducen estos cambios en nuestra inteligencia? ¿No hay esperanza después de los veinte años?

Brain structures by ages


La evolución de las funciones cognitivas

A medida que envejecemos, sin duda sentimos que nuestras capacidades disminuyen. Sin embargo, si tuviera que someterse a una cirugía importante, ¿a quién elegiría para realizarla: a un estudiante de medicina recién salido de la universidad -con un cerebro supermielinizado- o a un cirujano con años de experiencia detrás del bisturí?

Exactamente, nuestra respuesta de sentido común aquí nos dice que no es tan simple como decir que las personas más jóvenes son más inteligentes. Estudios recientes sugieren que no sólo no hay un pico para nuestra inteligencia, sino que no hay un período de la vida en el que todas nuestras capacidades estén en su mejor momento. La memoria a corto plazo para los recuerdos familiares, por ejemplo, empieza a declinar ya al final de la escuela secundaria, el razonamiento abstracto alcanza su máximo rendimiento al principio de la edad adulta y empieza a deteriorarse después de los 30 años. Sin embargo, el vocabulario y el conocimiento general no alcanzan su máximo potencial hasta pasados los 40 años.

¿Cómo es posible?. Pues bien, nuestra inteligencia no es homogénea, puede dividirse en dos tipos diferentes. La primera se llama inteligencia fluida y representa nuestra capacidad para resolver problemas novedosos. Esta es la que realmente disminuye con el tiempo, lo que explica por qué a las personas mayores les resulta difícil aprender a utilizar una nueva tecnología como un smartphone. Este tipo de inteligencia también es necesaria para el razonamiento abstracto, de ahí que los rompecabezas y los problemas matemáticos sean cada vez más difíciles a medida que envejecemos. 

En cambio, encontramos la inteligencia cristalizada, que es la acumulación de conocimientos y habilidades a lo largo de la vida. Este segundo tipo de inteligencia requiere experiencia, por lo que aumenta a medida que envejecemos. Incluye conocimientos de historia -o datos de Star Wars, según la persona- pero también implica la capacidad de interactuar con nuestro entorno. Si nos hemos enfrentado a un problema muchas veces, nos volveremos muy buenos para resolverlo.

Los tests de inteligencia evalúan preferentemente la inteligencia fluida, lo que lleva a pensar que los jóvenes son más inteligentes. Sin embargo, si evaluamos los rendimientos de personas de 18 a 27 años frente a los de 60 a 80 en problemas cotidianos -como cuestiones relacionadas con el trabajo o conflictos familiares-, los ciudadanos de mayor edad superan a la Generación Z.

Lo mismo ocurre cuando hablamos de experiencia en un campo específico. Los cirujanos de mediana edad se han enfrentado a diferentes tipos de problemas a lo largo de su práctica, acumulando una amplia gama de herramientas para visualizar y aplicar soluciones a las complicaciones más comunes. En palabras de uno de los autores del estudio, "el conocimiento no compensa el declive de la inteligencia adulta; ¡es la inteligencia!". Pero, ¿en qué consiste este concepto de compensación?


La compensación cerebral al envejecer

El cerebro no es un órgano estático, puede adaptarse a los cambios para mantener sus capacidades. Y esto resulta crucial cuando hablamos del envejecimiento. En cierto modo, podemos ver el cerebro como un sistema capaz de "luchar" contra el deterioro relacionado con la edad. Un ejemplo claro lo encontramos cuando pensamos en seguir una ruta. Visualiza el camino desde su casa hasta el supermercado. No importa si tienes 20 o 60 años, podrías hacerlo con los ojos cerrados.

Sin embargo, si empiezan unas obras y cierran la calle por la que normalmente se pasa, los jóvenes y los mayores reaccionarán de forma diferente. El cerebro de un joven de 20 años tiene un mapa de los alrededores y se imaginará rápidamente un camino alternativo. La persona de 60 años, sin embargo, tiene automatizada la secuencia de movimientos "voy a la izquierda hasta el final de la calle, luego giro a la derecha...". Por lo tanto, al anciano le resultará más difícil llegar al supermercado, ya que se le ha arruinado su estrategia cognitiva. 

¿Por qué estrategias diferentes para un mismo objetivo? La representación de un mapa depende del hipocampo -como decíamos al principio, una de las estructuras más afectadas por la edad- mientras que la automatización de los movimientos se apoya en otra región cerebral que sufre menos remodelación por la edad.

Cambiar la zona del cerebro utilizada por la que se mantiene en mejor estado nos permite llegar al supermercado a pesar de la degeneración del hipocampo. Es importante destacar que no detectamos las diferencias a menos que cambie el camino, por lo que aunque la estrategia del hipocampo sea más flexible, la zona más independiente del envejecimiento funcionará en los escenarios más comunes. 

Para dejarlo bien claro, el cerebro se transforma constantemente, alcanzando picos consecutivos para diferentes habilidades cognitivas a lo largo de la vida. Incluso cuando ciertas regiones empiezan a deteriorarse, sus funciones pueden compensarse para realizar las actividades cotidianas. Es cierto que los jóvenes están más preparados para un entorno cambiante, lo cual tiene sentido, ¡para un niño todo es nuevo y hay tanto que aprender! A medida que nos hacemos mayores, la energía parece centrarse en aprovechar la experiencia y adquirir conocimientos.


Envejece siendo más inteligente

La buena noticia es que las sinapsis y la mielinización están influidas por la experiencia. Esto significa que los circuitos se refuerzan con el uso repetido. Independientemente del nivel educativo, las actividades mentalmente estimulantes, como leer, escribir o hacer crucigramas, ayudan a invertir el deterioro cognitivo.

Además, si te gusta escuchar música, ¡es tu día de suerte! Los investigadores han descubierto que esta afición puede agudizar la capacidad del cerebro para anticiparse a los acontecimientos y mantener la concentración. Por último, no es de extrañar que la interacción social influya positivamente en la cognición, sólo hay que intentar imaginar todos los elementos necesarios: reconocimiento de caras, atención, memoria... El mensaje es: ¡mantente activo mentalmente!

El cerebro es un órgano plástico que nunca deja de cambiar, en contra de lo que se solía pensar. Esa transformación no es sólo de deterioro con el tiempo. Al fin y al cabo, recordemos que Cervantes publicó "El Quijote" con 58 años, que "Sobre el origen de las especies" de Darwin se publicó con 50 años, y que Reagan entró en la escena política por primera vez a los 53 años. Los logros intelectuales no se limitan a los jóvenes.