¿Podemos señalar dónde está la inteligencia?
Nuestro cerebro funciona gracias a la actividad de casi 100.000 millones de neuronas que procesan y transmiten información en forma de señales eléctricas. Estas corrientes determinan nuestra capacidad de experimentar y pensar, lo que generalmente llamamos inteligencia. Una de las principales preguntas de la neurociencia ha sido si podíamos encontrar la ubicación precisa de nuestro intelecto, algo así como el juego de ponerle la cola al burro.
Décadas de investigación se centraron en la observación del comportamiento tras un daño fisiológico en puntos específicos del cerebro. De todas las regiones, la corteza cerebral -la estructura más evolucionada- ha recibido especial atención. Como podemos ver en la siguiente figura, la corteza es la capa más externa del cerebro y se ha dividido tradicionalmente en cuatro regiones: lóbulos frontal, parietal, temporal y occipital.
Por supuesto, como ver por dentro cerebros de humanos vivos parecía poco ético, los psicólogos tuvieron que esperar y buscar determinados tipos de lesiones. En 1848, el trabajador ferroviario Phineas Gage estaba construyendo un túnel para el paso de trenes. Mientras empaquetaba la pólvora con una barra de hierro, una explosión accidental hizo que la barra saliera despedida hacia su ojo izquierdo y atravesara su cráneo. Milagrosamente, el hombre sobrevivió, ciego de un ojo y con importantes daños en el lóbulo frontal (1).
Además de los cambios de personalidad, Gage mostraba dificultades en funciones básicas de la inteligencia, como la planificación y la resolución de problemas. Esos mismos déficits se habían observado desde entonces en otros "pacientes del lóbulo frontal". Convencidos de haber encontrado el Santo Grial, los estudiosos plantearon la hipótesis de que esta región era la sede de la inteligencia humana (2). Pero, ¿es realmente tan sencillo?
Si bien estos estudios fueron fundamentales para establecer las bases de la neurociencia, a medida que se desarrollaron nuevas técnicas fue posible monitorizar cerebros humanos sanos in vivo. Estos avances revolucionaron por completo el campo, ya que empezaron a mostrar la importancia de múltiples áreas.
Un viaje por el cerebro
Las técnicas de neuroimagen permiten ver el cerebro vivo mientras una persona realiza tareas, recuerda o escucha música. Aunque todavía no está claro dónde reside la inteligencia, los escáneres muestran que no hay una sola región encargada del cociente intelectual. En cambio, la comunicación entre estructuras específicas es lo que nos da la capacidad de adquirir y aplicar conocimientos. Podemos visualizar esta red como un conjunto de lugares turísticos de interés conectados por carreteras. Dependiendo del tipo de intereses que tengamos en un momento dado, visitaríamos unos puntos específicos de la zona u otros. Del mismo modo, diferentes tipos de inteligencia van a residir en zonas distintas. Así pues, ¡descubramos los alrededores!
Meine Damen und Herren, mes dames et messieurs, damas y caballeros, bienvenidos a este tour gratuito. Hoy vamos a descubrir las maravillas y los secretos del cerebro. Nuestro recorrido especial se centra en la inteligencia. Todos tenemos una idea aproximada de lo que es el intelecto, pero ¿está situado en un lugar concreto? Si es así, ¿dónde exactamente? Acompáñeme en este apasionante recorrido por los cerebros de tres de nuestros personajes favoritos que nos ayudarán a entender esta cuestión.
Detrás de la cortina número uno está la mente analítica y lógica del Dr. House. Su inteligencia general incluye la capacidad de resolver complejos rompecabezas, solucionar problemas difíciles y tener una amplia comprensión de diferentes temas. Cuando llega un nuevo paciente, House escucha a su equipo describir los síntomas y los escribe en la pizarra.
La imagen muestra cómo esta información auditiva y visual se incorpora a través de sus sentidos hasta llegar a nuestras primeras paradas, la región cerebral situada detrás de la oreja (verde) y la de la parte posterior de la cabeza (naranja). Son los llamados lóbulos temporal y occipital, dos barrios llenos de neuronas vigilantes; guardias de seguridad y policías que detectan y procesan lo que ocurre en nuestro entorno.
Todos estos datos se transfieren a la parte superior, ligeramente en la parte de atrás de la cabeza, al llamado córtex parietal (magenta). Aquí, los inspectores principales integran toda la información y se forman una representación de lo que está ocurriendo. House comprende la situación y toda la jerga médica. Esta zona, a su vez, informa a nuestro lugar favorito: el lóbulo prefrontal (en azul). La parte superior de esta región es un excelente y rico barrio donde viven todos los peces gordos. Se encarga de orquestar nuestros pensamientos y acciones. Nuestro genio médico considera varios trastornos que encajan en la lista de síntomas, descarta las opciones menos probables, como el lupus -porque seamos sinceros, nunca es lupus- y da con la solución. ¡Eureka!
Esta forma de pensar científicamente tiene mucho en común con otro tipo de inteligencia que suele considerarse "opuesta", la creativa. Para cada papel que Scarlett Johansson interpreta, tiene que investigar los antecedentes e hipotetizar cómo podría comportarse su personaje.
Luego experimenta mientras ensaya y analiza qué cambiar según las instrucciones del director. Este proceso requiere la capacidad de utilizar conocimientos y habilidades para afrontar nuevas situaciones. Al fin y al cabo, no es lo mismo interpretar a la Viuda Negra que a una madre que pasa por un divorcio.
Cada parte de la novela requiere que el lóbulo prefrontal de Scarlett se active para analizar cómo va a abordar al personaje. El córtex orbitofrontal (en azul oscuro) es de especial importancia en este caso, ya que hace converger la información sensorial y emocional, un punto clave en las interacciones sociales. Estas neuronas actúan como psicólogos; predicen la reacción de los demás y modulan nuestro comportamiento en consecuencia.
Para ello, está muy conectada con el sistema límbico (gris), una zona llena de emociones. Sería el lugar de los personajes de Pixar Inside Out. Una parte especialmente relevante de este sistema es el hipocampo, la biblioteca de la ciudad donde se almacenan los recuerdos. En el proceso creativo, el hipocampo ayuda a formar nuevas ideas juntando piezas específicas de nuestras experiencias. La gestión adecuada de esta red puede incluso permitir que una persona gane un Oscar.
Por último, pero no menos importante, ¿qué ocurre si nos sumergimos ahora en el cerebro de un tipo de inteligencia más práctico? MacGyver es capaz de improvisar y crear artefactos complejos a partir de objetos ordinarios en cuestión de minutos. Ser capaz de adaptarse rápidamente a los acontecimientos repentinos es la principal característica de las funciones ejecutivas.
Por ejemplo, este agente secreto tiene que rescatar a un científico que está atrapado bajo una gran viga de acero. En el momento en que ve la escena, su mente empieza a funcionar rápidamente. La información llega al rico vecindario del córtex prefrontal, donde como hemos visto antes, se evalúa la situación.
En este caso, la activación de la región ventromedial (azul oscuro) es especialmente importante. Esta zona es vital para tomar decisiones basadas en el panorama general. Tiene comunicación con otras estructuras, incluida la amígdala, una zona asociada a contextos de miedo. MacGyver controla su miedo y no entra en pánico. Sabe que el agua puede tener un poder enorme y que está ante una manguera de incendios. La región ventromedial envía instrucciones a la corteza motora, una comunidad de esforzados operarios que se encargan de nuestros movimientos. Estas neuronas permiten al agente hacer un nudo en el extremo de la manguera, ensartarla bajo la viga y abrir el agua. La manguera se infla, levantando el pesado objeto. ¡Salvado!
Como se puede imaginar, estos circuitos se superponen y están interconectados en cada individuo. Alguien que es más analítico suele estar correlacionado con áreas prefrontales más eficientes, mientras que en las personas creativas o prácticas los pesos están más distribuidos por la red. La persona ideal no sólo debe tener los tres tipos de inteligencia, sino que debe saber cuándo recurrir a cada uno de ellos. Un buen equilibrio le permite rendir bien en el mundo real. Es lo que el psicólogo Sternberg llamó "inteligencia exitosa". Nadie dijo que fuera fácil.
Surfeando las olas
Por supuesto, ésta no es la única teoría para explicar las diferencias de inteligencia entre personas. Además de la neuroimagen, otras técnicas permiten a los científicos tener una lectura del cerebro. Colocando electrodos en el cuero cabelludo de una persona, es posible conocer la actividad eléctrica de las neuronas de la corteza cerebral. Este método se llama electroencefalografía o EEG. Los registros obtenidos, conocidos como ondas cerebrales, son las señales combinadas de millones de neuronas que hablan entre sí. Sería como escuchar el estruendo de los aplausos en un teatro; no se pueden discernir los aplausos de una persona, pero sí se puede inferir cómo está reaccionando el público en general ante la representación.
Del mismo modo, en lugar de localizar la actividad en barrios específicos del cerebro, el EEG nos permite escuchar el discurso general que emiten las neuronas. Al igual que las emisoras de radio, las grabaciones pueden distinguirse por sus frecuencias. Los distintos tipos de oscilaciones dependen, entre otros factores, de los estados mentales.
Incluso en estado de reposo, es decir, "sin hacer nada", los ritmos cerebrales de las personas con mayor CI presentan ligeras diferencias. En los individuos inteligentes, las ondas alfa y beta son más similares en ambos hemisferios que en las personas con un CI medio o bajo. Esto significa que las personas inteligentes mantienen una atención equilibrada en ambas mitades del cerebro, estando más preparadas para reaccionar a los estímulos. Si ahora desafiamos sus cerebros y les pedimos que recuerden una dirección mientras escuchan instrucciones sobre cómo llegar, su actividad eléctrica comenzará a mostrar rápidas oscilaciones gamma. El aumento de la actividad gamma nos ayuda a alcanzar mayores niveles de concentración.
No es de extrañar, por tanto, que tiendan a aumentar con la dificultad de la tarea o con la inteligencia de la persona. Se cree que estas ondas enlazan la información de todas las partes del cerebro, demostrando que la coordinación de los grupos neuronales es esencial para un buen rendimiento. Además, las oscilaciones gamma tienden a disminuir con la edad, lo que concuerda con la disminución normal del pensamiento abstracto y de la resolución de problemas que se observa comúnmente a medida que envejecemos, efecto que explicamos en nuestro artículo sobre el cociente intelectual y el envejecimiento.
En resumen, la activación simultánea de grupos neuronales produce la sincronización de diferentes áreas cerebrales. Esta comunicación se traduce en oscilaciones eléctricas específicas cuya fina coreografía es necesaria para realizar tareas de forma eficiente.
Los caminos del cerebro
Es importante destacar que las personas con mayor inteligencia resuelven problemas complejos con mayor rapidez y sin esfuerzo. La velocidad de procesamiento de la información se refleja en la rapidez con que aparece una onda cerebral tras un estímulo. Por ejemplo, cuando oímos a un músico dar una mala nota, aparece un pico específico llamado P300 o señal de "bola extraña". De media, este pico aparece aproximadamente un tercio de segundo después del error del músico. Sin embargo, algunos estudios han descubierto que cuanto más rápido aparece el P300 en el EEG, mayor es el cociente intelectual de la persona.
En nuestro "viaje gratuito por el cerebro", la rapidez con la que la señal se desplaza de un lugar turístico a otro depende de las carreteras que las conectan. A fin de cuentas, no es lo mismo conducir por un camino secundario en malas condiciones que por una flamante autopista. Del mismo modo, el estado de los tractos de materia blanca en el cerebro determina lo bien comunicadas que están dos regiones. Están compuestas por fibras nerviosas que se extienden de una región cerebral a otra, transmitiendo información. Investigadores de la Universidad de Edimburgo descubrieron que, efectivamente, la integridad de la materia blanca está directamente relacionada con la velocidad de procesamiento de la información y la inteligencia general.
En conclusión, la inteligencia surge de la compleja interacción de áreas cerebrales concretas. Su rápida comunicación les permite combinar sus funciones, que luego se traducen en corrientes eléctricas que controlan nuestras respuestas a los problemas externos. Podemos pensar en ello como una especie de código Morse que, en última instancia, determina nuestros pensamientos y acciones. Desentrañar este alfabeto nos permitirá leer la mente de las personas como los X-men. Aunque el Dr. Xavier está lejos de la realidad, el equipo del Dr. Adolphs, de la vida real, ya ha entrenado un algoritmo para predecir la inteligencia a partir de escáneres de neuroimagen. Sólo con mirar los cerebros de las personas, han podido estimar su cociente intelectual. Así que, si alguna vez has pretendido ser un genio, ¡cuidado! Puede que pronto tengas que demostrarlo.