Espera, ¿qué es la genética?
Imagina que vas caminando por la calle y escuchas una conversación: "Bobby ha sido extremadamente inteligente desde que era pequeño. Está en su ADN". Esta expresión se ha convertido en algo tan común que en seguida entendemos que se refiere a una característica central de Bobby. También aceptamos con bastante facilidad que nuestros genes pueden influir en nuestra inteligencia, pero ¿cómo? ¿Y en qué medida?
Para responder a estas preguntas, vamos a hacer una breve parada y empezar por una cuestión más básica: ¿qué es el ADN? Podemos pensar en él como un manual de instrucciones. Este manual contiene toda la información necesaria para que un organismo se desarrolle, sobreviva y se reproduzca. Y, lo que es más importante, tiene la capacidad de copiar y pasar la información a las siguientes generaciones. Los segmentos de este ADN, llamados genes, son los que especifican el color de los ojos o el tipo de sangre.
Ahora bien, si el ADN es un libro de texto, y los genes son como los capítulos de nuestra novela, las letras que los componen serían los nucleótidos. Hay 4 tipos diferentes, 4 letras, que siempre van por parejas. Su combinación constituye el código de la vida. Cada una de nuestras células contiene una copia completa de nuestro ADN y el 99,9% de este material genético es común en cada persona. Es lo que nos hace humanos. Esto significa que sólo el 0,1% del ADN es único, lo que explica nuestras características individuales y diferentes a las de los demás.
Aunque está claro que la genética tiene un papel importante en el aspecto físico o en la aparición de ciertos trastornos, una cuestión que se plantea desde hace décadas es si nuestro código genético podría afectar a rasgos más complejos como la inteligencia.
Genética e inteligencia
Imagina personas que calificarías como muy inteligentes. Podrían ser tu madre, Stephen Hawking o Da Vinci. Si nos diferenciamos sólo en un 0,1% de nuestro ADN, debería ser fácil mirarlos y ver si hay una combinación mágica para ser un prodigio, ¿verdad? Pues bien, para empezar este pequeño porcentaje corresponde nada menos que a 3 millones de nucleótidos, 3 millones de nuestras "letras" que hay que analizar. Además, el estudio de la inteligencia es un reto, en parte porque puede describirse y medirse de diferentes maneras.
Después de que los investigadores se pusieran de acuerdo en una definición general -la capacidad de aprender de las experiencias y adaptarse a entornos cambiantes, evaluada en diferentes pruebas- , descubrieron que no existe un "gen de la inteligencia". Aunque el código genético tiene un impacto real y medible en nuestra inteligencia, la relación no es tan simple como heredar un par de fragmentos de ADN y ser un genio. La inteligencia está determinada por un gran número de genes que interactúan y cuyos efectos son pequeños y acumulativos. Esto significa que aunque cada uno de ellos, aislado, tiene poca influencia, cuando se suman su impacto se vuelve significativo. Sería como las gotas de agua sobre una piedra. Por separado no parecen alterar la superficie, pero el goteo constante la desgasta.
Dicho esto, los estudios de familias han demostrado claramente que los genes pueden explicar alrededor del 50% de todas las diferencias de inteligencia entre personas. Para este tipo de investigación, la comparación de gemelos es realmente útil. Recordemos que hay dos tipos de gemelos: (i) gemelos idénticos, que proceden del mismo óvulo y esperma, que se dividieron en dos en etapas muy tempranas del desarrollo, y (ii) gemelos fraternos, originados por dos óvulos diferentes y dos espermas distintos. Los primeros son básicamente clones y comparten el 100% de su ADN. Los no idénticos, sin embargo, son como cualquier otro hermano y tienen alrededor del 50% de sus genes en común.
Los científicos han descubierto que cuanto más ADN comparten dos personas, más similares son sus puntuaciones en los tests de inteligencia. Si pensamos en una familia famosa y extensa, digamos los Weasley, y tenemos que ordenarlos según lo comparable que sea su CI, Fred y George, como gemelos idénticos, serán los más parecidos. Los siguientes serán Ron y Ginny que, como hermanos biológicos, tendrán cocientes intelectuales más parecidos que los de un niño adoptado criado en el mismo entorno como Harry Potter. Por supuesto, Hermione siempre será la persona más inteligente del lugar, por lo que es probable que sus padres también lo sean.
¿Significa esto que debemos culpar a nuestros genes de nuestros éixtos? Sí... y no, un grupo del King's College de Londres ha revelado que existe una base genética para determinar lo fácil o agradable que resulta el aprendizaje de los niños. Pero no depende sólo de la inteligencia, sino también de otros rasgos -como la motivación o la confianza-. Esto significa que el sistema educativo actual favorece una combinación específica de atributos.
Si estás entre los afortunados, tendrás éxito, pero no tener grandes logros académicos no implica que no seas inteligente. Un descubrimiento crucial aquí es que la enseñanza de diferentes maneras -con programas informáticos o con proyectos prácticos- podría despertar el impulso de aprender en otros tipos de personalidad.
La genética contra el medio ambiente. Preparados... ¡lucha!
Como acabamos de comentar que aproximadamente el 50% de las diferencias en inteligencia pueden atribuirse a la genética... ¿de dónde procede el resto? Para la otra mitad, los factores ambientales son especialmente importantes. Entre ellos están el entorno familiar del niño, la crianza, la educación, la disponibilidad de recursos educativos o la nutrición. En apoyo de este punto, los gemelos idénticos que han sido criados por separado tienen un cociente intelectual menos similar que los que han crecido bajo el mismo techo.
En el pasado, la cuestión de si la inteligencia estaba determinada por la genética o el entorno enfrentó a los científicos hasta tal punto que el club de la lucha parecería un juego de niños. Sin embargo, como señaló Aristóteles, la virtud se encuentra en el punto medio. Aunque a veces es difícil separar ambos factores, no hay duda de que tanto genética como entorno afectan a la inteligencia. Mientras que la genética puede determinar lo inteligente que puedes llegar a ser, el entorno influye en el desarrollo de cociente intelectual proporcionando oportunidades o limitaciones. Y aquí nos encontramos con un problema socioeconómico. Mientras que las personas sanas y bien alimentadas tienen la posibilidad de "liberar" todo su potencial, para los ciudadanos menos ricos el entorno representa una desventaja.
Pero, ¿cómo puede nuestro entorno interactuar con nuestro ADN? Nuestras experiencias vitales pueden determinar si un gen es realmente leído, o simplemente ignorado por el cuerpo. Como un interruptor que se puede encender y apagar. En teoría, este es un gran mecanismo, ya que permite a nuestro genoma adaptarse a nuestro contexto. Sin embargo, el estrés sostenido o las experiencias vitales adversas, especialmente en nuestra juventud, pueden cambiar la forma en que se expresan nuestros genes, alterando el cableado cerebral. La dopamina, por ejemplo, desempeña un papel crucial en la motivación. El silenciamiento de un gen receptor de la dopamina por estos mecanismos -llamados cambios epigenéticos- hace que las neuronas sean menos activas, lo que se ha asociado a resultados inferiores de cociente intelectual.
Nuestro genoma a lo largo de la vida
Un dato increíble que me guardaba en la manga es que la influencia genética en la inteligencia general no es constante a lo largo de nuestra vida. Al contrario, parece aumentar con el tiempo. Los factores genéticos explican alrededor del 20% de las diferencias en cociente intelectual durante la infancia, aumentando al 40% en la adolescencia y hasta el 60% en la edad adulta.
Aunque sabemos que la inteligencia cambia con la edad, los genes asociados al cociente intelectual permanecen constantes, así que ¿cómo puede ocurrir esto? Los científicos creen que una opción es que los niños buscan experiencias que se correlacionen con sus propensiones genéticas. Así, seleccionamos entornos en los que nuestras diferencias genéticas se amplifican porque buscamos activamente contextos que hagan que nuestros genes se sientan a gusto.
Cuando estás en la escuela primaria, tienes que aprender todas las asignaturas y no tienes una preferencia clara, pero a medida que avanzas en la escuela te das cuenta rápidamente de que "odias las matemáticas" o "no soporto la economía" y eliges seguir estudiando las asignaturas que más te gustan -o que menos te gustan- y que normalmente son las que mejor te desempeñas. Este es un ejemplo de elección activa de nuestro contexto. Estas decisiones podrían muy bien afectar a la epigenética, influyendo en el patrón de expresión de nuestros genes.
En resumen, aunque nacemos con un determinado bagaje genético que determina el límite superior de nuestra inteligencia, podemos elegir explorar activamente nuestro potencial. Podemos buscar entornos desafiantes o cómodos, ya que cada uno de nosotros se inclina por cosas diferentes, pero desentrañar todas nuestras capacidades intelectuales es, sin duda, una misión para toda la vida. ¡Disfruta del viaje!