Tendemos a percibir los comportamientos complejos como un signo de inteligencia y una ventaja para la supervivencia. Sin embargo, la naturaleza está llena de ejemplos de soluciones más sencillas o alternativas que resultan muy eficaces. De hecho, los animales están dotados de asombrosas agudezas y habilidades que a veces pueden incluso superar las nuestras. Analizando las similitudes y disparidades intelectuales podemos aprender a ser más humildes y respetuosos.

Vamos a embarcarnos en un viaje para descubrir los secretos de la inteligencia en el reino animal. Empezando por comprender qué puede aportar la inteligencia al conjunto de habilidades de las especies, explorando formas de medir el cociente intelectual de los animales en el laboratorio o, lo que es aún más importante, en su hábitat natural. Prepárese para asombrarse ante los extraordinarios talentos de nuestros congéneres. Para terminar, observaremos distintos especímenes y compararemos sus cerebros con los nuestros. ¡Acompáñenos en esta expedición para desentrañar las raíces de la inteligencia! ¡Hagamos un viaje a la naturaleza!

¿Por qué es importante la inteligencia para la supervivencia de una especie?

El avance de la inteligencia humana ha llegado a tal punto que somos capaces de dividir la molécula más básica de la materia, el átomo, liberando lo que muchos dirían que es la energía del universo. Dilemas morales aparte, este conocimiento demuestra una profunda comprensión del mundo. Aunque Oppenheimer es considerado un genio, nuestra especie no sobreviviría a un desastre nuclear... pero hay organismos menos complejos que sí lo harían. En la perspectiva más amplia del éxito evolutivo, la máquina ideal de supervivencia es un organismo simple. Paradójicamente, nuestro intelecto podría provocar nuestra propia destrucción. Entonces... ¿es un alto CI una ventaja tan tremenda?

La supervivencia en la naturaleza depende de distintas estrategias, como explica el prof. Goldstein (1): o bien a) una especie existe en un entorno extraordinariamente estable -como la ameba- o b) depende de una rápida selección natural cuando cambia su ecosistema. En este último grupo, los organismos pueden adaptarse mediante la reproducción rápida y la mutación -como las bacterias- o, cuando la tasa de reproducción es más lenta, pueden modificar su comportamiento durante su vida -por ejemplo, nosotros, los humanos-. En su forma más simple, la inteligencia puede verse como la flexibilidad genética para ajustar nuestra conducta en respuesta a variaciones contextuales. Aquí tenemos nuestra primera lección: la inteligencia es sólo una de las soluciones para el éxito de una especie.

¿Cómo se mide la inteligencia de los animales?

La inteligencia en los seres humanos suele medirse con pruebas de cociente intelectual. Sin embargo, los animales no pueden hablar ni leer, lo que dificulta la evaluación de su capacidad intelectual. Los psicólogos comparativos han desarrollado pruebas ingeniosas basadas en el comportamiento para evaluar la capacidad de aprender o recordar, de contar o incluso de resolver problemas. Entremos en el laboratorio y veamos algunos ejemplos para entender cómo miden los investigadores las distintas aptitudes en varias especies animales.

Inteligencia general

Un estudio de los investigadores Shaw, Boogert, Clayton y Burns (2015) desarrolló una batería de pruebas para medir diferentes capacidades cognitivas. Estamos hablando de todo un examen mental pero para pájaros cinta. Estos animales fueron retados a encontrar gusanos apetitosos volteando plomos de plástico (prueba motora, fig. 1a), a reconocer colores o símbolos específicos (fig. 1b) o incluso a desafiar su memoria recordando en cuál de los ocho pocillos estaba colocado su premio (fig. 1c).

Figura1. ‘Test de CI’ para pájajos cinta. Imagen de Shaw et al. (2015)

Los pájaros aprendían las tareas, pero no de la misma manera. Los que eran mejores en una de las pruebas, solían ser buenos en todas ellas. Esto es lo que llamamos "inteligencia general", es decir, la capacidad de rendir bien en distintas áreas cognitivas. Se trata de una propiedad muy importante del cociente intelectual humano.

Reconocimiento propio

La capacidad de reconocerse en el espejo es extremadamente rara en el reino animal. Una de las pocas criaturas que destacan en este sentido son los delfines. Estos mamíferos marinos no sólo muestran pruebas de autorreconocimiento, sino que utilizan su reflejo para explorar partes de su cuerpo que no son capaces de ver (como el interior de su boca) o para investigar marcas que los investigadores han puesto en sus cuerpos. Debajo puedes ver un interesante vídeo sobre ello en inglés.

Además, son capaces de hacerlo a una edad más temprana que los niños, como descubrieron los investigadores Morrison y Reiss en un estudio de 2018. Esta capacidad no emerge de forma fiable en los seres humanos hasta los 18-24 meses, con el desarrollo de la autoconciencia, incluida la introspección y la atribución de estados mentales.

Memoria y contar

Observando a nuestros parientes más cercanos, los investigadores han diseñado distintos métodos para enseñar a los chimpancés a contar del 1 al 9. Se entrena a los chimpancés para que toquen los números con el fin de obtener una recompensa. No es muy impresionante, ¿verdad? ¡Un niño de 4 años puede hacerlo!

Los investigadores se dieron cuenta de que estos animales podían hacer mucho más con esos conocimientos y complicaron esta tarea con un juego de memoria. ¿Jugamos juntos? Como eres humano te voy a dar un poco de ventaja y te voy a explicar la prueba de antemano. En el siguiente vídeo vas a ver los números colocados aleatoriamente en la pantalla y tienes que memorizar sus posiciones. Una vez que nuestro amigo primate Ayumu sepa el orden, pulsará uno y el resto de dígitos quedarán enmascarados... Te reto a que intentes memorizar no hasta el 9, sino hasta el 3. ¡Buena suerte! Debajo puedes verlo en inglés.

Como dijo el director del estudio a una sala llena de científicos boquiabiertos: "No os preocupéis, nadie puede hacerlo". Esta asombrosa memoria a corto plazo (o de trabajo) podría ayudar a los chimpancés a sobrevivir en la naturaleza, ayudándoles a navegar por las ramas de enormes árboles recordando su posición con fiabilidad.

El hecho de que estos animales puedan realizar tareas tan asombrosas, suele llevarnos a la idea de que la inteligencia ha ido creciendo a lo largo de miles de años hasta alcanzar su punto máximo en los humanos. Nosotros, el culmen de la evolución, la guinda del pastel, el cerebro definitivo... Sin embargo, si analizamos las especies de las que hemos hablado y observamos un árbol evolutivo (Fig. 2), nos damos cuenta de que la inteligencia no surgió por un único camino que culminara en el Homo sapiens.

Figura 2. Árbol de la evolución. Adaptado de Kapusta et al. (2017)

En cambio, la inteligencia parece haber surgido de forma independiente en aves y mamíferos. Posteriormente, los primates y los cetáceos también se dividieron a partir de un ancestro común. Así pues, es cierto que nuestro conjunto característico de rasgos y habilidades procede de un largo linaje, pero existen formas paralelas de inteligencia en otros grupos de animales. Así que no, no somos la cúspide de la evolución.

En la naturaleza sólo cuenta ser inteligente en la calle

Aunque estas capacidades demuestran que los animales están dotados de un intelecto asombroso, ¿por qué querría un chimpancé contar hasta 9? ¿De qué sirve medir una habilidad que el animal no utilizaría en la naturaleza?

Un segundo grupo de científicos, llamados ecologistas conductuales, afirman que el método más razonable para evaluar la capacidad cerebral es juzgar a los animales por su habilidad en la naturaleza para enfrentarse a problemas relevantes para la supervivencia. Para ser justos, a un tigre hambriento no le intimidaría que seas capaz de resolver ecuaciones.

De hecho, tendemos a infravalorar las excepcionales capacidades sensoriales de los animales, cuando son de suma importancia para gestionar los retos cotidianos de la vida. El sentido del olfato, por ejemplo, da a los perros una perspectiva totalmente distinta del mundo. La olfacción, como explica el equipo de la investigadora Kokocińska-Kusiak, no sólo proporciona información sobre el estado actual del entorno, sino que también puede permitir la detección de señales del pasado (como la presencia reciente de presas o enemigos). ¡Ni el mejor detective humano igualaría semejante capacidad de rastreo! Lo siento, Sherlock.

Otro ejemplo de poderes formidables es la capacidad de navegación de las mariposas monarca. Durante su migración multigeneracional, estos insectos viajan de Canadá a México, ida y vuelta. Un viaje así no puede hacerse sin brújula, y las mariposas tienen una. Un asombroso reloj interno ayuda a estos animales a descifrar qué dirección tomar en función de la posición del sol en cada momento. Podemos intentar reproducir el camino utilizando Google Maps... crucemos los dedos para no perder internet.

Tendemos a interpretar un comportamiento como más complejo y superior cuando es más cognitivo, pero, como en matemáticas, la solución más sencilla para el problema que hay que resolver es lo más elegante.

¿Es el cerebro humano entonces diferente?

Al examinar los contrastes en las capacidades cognitivas de las distintas especies, resulta evidente que ocupamos un lugar distintivo en el espectro de la inteligencia. Una verdad importante sobre los humanos es que tenemos una inteligencia abstracta especialmente buena. Por eso nuestra definición de la inteligencia se basa en gran medida en la conciencia y el pensamiento lógico y conceptual. Estas cualidades, junto con el complejo uso del lenguaje, son rasgos muy específicos de nuestra especie. Los investigadores llevan décadas escarbando en nuestro cerebro para tratar de identificar estructuras únicas que puedan explicar tales características.

Efectivamente, existen diferencias en determinadas estructuras cuando se comparan con otras ramas del árbol evolutivo (Fig. 3). Sin embargo, anatómicamente el cerebro humano es muy similar al de otros primates. Exceptuando quizá el área de Broca, que rige el habla en las personas, parece tratarse más bien de diferencias sutiles. Un refinamiento de la arquitectura cerebral, más que alteraciones a gran escala, nos hace "más inteligentes" que otros animales. Más concretamente, tenemos más neuronas en la corteza; la capa más superficial del encéfalo (de la que hemos hablado extensamente en nuestro artículo sobre dónde se localiza la inteligencia en el cerebro), y (2) el aislamiento de estas neuronas (mielina) también es más grueso, lo que permite una comunicación más rápida de las señales eléctricas (que también explicamos en cómo cambia nuestra inteligencia con la edad).

Figura 3. Comparación de diferentes áreas cerebrales y funcionales entre aves, cetáceos, primates y humanos.

Conclusiones finales

Si has llegado hasta aquí, sé lo que estás pensando: esta mujer está animando por el "equipo de los animales", pero es indiscutible que nosotros, los humanos, hemos conquistado la Tierra. Y eso es completamente cierto. Uno de los mayores logros de nuestra especie ha sido, no ya adaptarnos a nuestro entorno, sino adaptar el entorno a nosotros. Y esa, amigos míos, ha sido la clave de nuestro éxito.

Dada nuestra falta de fuerza, velocidad u otros atributos vitales, nuestra inteligencia abstracta nos ha permitido diseñar y construir un mundo hecho específicamente a nuestra medida. Esta estrategia, por muy válida que sea, también podría resultar insostenible a largo plazo. Si la población sigue creciendo a este ritmo, sin cambiar nuestras sociedades, los recursos naturales se agotarán, otras especies desaparecerán rápidamente y arruinaremos nuestro planeta y nos autodestruiremos (aquí no hace falta el invento de Oppenheimer).

Somos lo suficientemente inteligentes como para ser conscientes de esta realidad, demostremos que somos listos y respetemos la naturaleza y la asombrosa diversidad de nuestro planeta. ¡Esa es nuestra mano ganadora!