En contra de la creencia común, la inteligencia es uno de los conceptos científicos más sólidos que existen. Cuando nos ponemos de acuerdo en una definición precisa, puede medirse con gran exactitud y fiabilidad. Pero también es cierto que es muy difícil llegar a un acuerdo sobre sus límites y fronteras. Uno de los principales expertos, Sternberg, lo resumió de esta manera: "parece haber al menos tantas definiciones de qué es la inteligencia como expertos a los que se pide que la definan".

Esa solidez se corresponde con una larga y compleja historia de formulaciones teóricas e investigación. Si entendemos su historia y cómo hemos llegado al nivel actual de conocimiento, estaremos mejor equipados para comprender a fondo todo lo relacionado con la inteligencia y su medición. Como probablemente imaginas, todo empezó hace mucho tiempo, así que retrocedamos varios milenios.

La historia antigua y la inteligencia

Es muy probable que la medición de la inteligencia no sólo empezase hace mucho tiempo, sino que haya estado con nosotros, de una forma u otra, desde que tenemos cultura y lenguaje. Los archivos muestran que ya la dinastía china Han (200 a.C.) había establecido un examen para los puestos de la función pública con el fin de evaluar las aptitudes de los aspirantes de forma similar a los tests de inteligencia. Al principio, esos exámenes se centraban en ensayos sobre derecho y agricultura, mientras que versiones posteriores hicieron más hincapié en la resolución de problemas, la creatividad y el pensamiento divergente, así como en la percepción visuoespacial.

En los escritos de los filósofos griegos más famosos podemos encontrar las primeras consideraciones sobre la inteligencia. En la obra Meno, la discusión de Platón con su maestro Sócrates comienza con una pregunta: "¿Puedes decirme Sócrates si la excelencia es enseñable... o viene por naturaleza?". Que es otra forma de plantear la pregunta actual de "¿Hasta qué punto nuestros genes determinan nuestra inteligencia?", una cuestión que la ciencia ha zanjado en gran medida, como explicamos en nuestro artículo sobre CI y genes, en el sentido de que los genes tienen cierto grado de responsabilidad. Para Platón, la inteligencia tenía que ver con el amor por el aprendizaje y la falta de voluntad de aceptar falsedades.

Su discípulo Aristóteles expresó su punto de vista en su fantástica obra Ética a Nicómaco. Para él, la inteligencia debía dividirse en tres partes: (i) entender, (ii) hacer y (iii) crear. Estos tres componentes constituirían más tarde la triarquía latina de (i) ciencia, (ii) prudencia y (iii) arte. Para Aristóteles, el razonamiento deductivo e inductivo eran los elementos constitutivos de la parte científica de la inteligencia o, dicho de otro modo, del entendimiento.

Precisamente esta distinción será el campo de batalla donde tendrán lugar los debates más acalorados en torno a la inteligencia durante el último siglo. Como veremos, el estudio científico de la inteligencia se centrará únicamente en lo que Aristóteles concebía como entender, olvidando por completo el "hacer" y el "crear", que serán retomados por las recientes teorías de la inteligencia práctica, social y emocional.

Avanzando hasta el Renacimiento, encontramos al filósofo francés Montaigne, que defendía que la inteligencia era importante porque ayudaba a evitar el dogmatismo y a aceptar el desafío a las propias creencias. Para el filósofo británico Hobbes, la inteligencia consistía en pensar rápido, en línea con las teorías actuales sobre la velocidad en el procesamiento de la información como base de la inteligencia. Y Stuart Mill sugirió que las personas inteligentes se caracterizaban por hacer un mayor uso de la originalidad, mientras que para la "mediocridad colectiva... su pensamiento lo hacen por ellos hombres muy parecidos a ellos".

El comienzo del estudio científico de la inteligencia

A pesar de su mala fama, Galton desempeñó un gran papel en el impulso del estudio de la psicología como ciencia real. Llevó a cabo estudios de la inteligencia centrándose en la dimensión fisiológica, comparando las capacidades discriminativas de los individuos. Por ejemplo, realizó pruebas de discriminación de peso. Si la persona era capaz de discriminar entre diferencias más pequeñas de peso, la consideraba más inteligente.

Este tipo de mediciones fueron refutadas posteriormente, pero más tarde aparecerían nuevas propuestas de medir la inteligencia a través de la fisiología, aunque de formas diferentes a las de Galton. Su discípulo, MacKeen Cattell, amplió de hecho sus investigaciones creando más de cincuenta pruebas, tan variadas como medir la velocidad de los movimientos de la mano o el mayor apretón posible con la mano.

A principios del siglo XX encontramos en Francia la chispa más importante para el despegue de la investigación sobre inteligencia. El Ministerio de Educación francés quería identificar a los niños con dificultades de aprendizaje para que pudieran recibir una enseñanza adecuada. Esta misión fue encomendada a Alfred Binet, quién diseñó tests de inteligencia para determinar si un niño tenía un nivel de inteligencia comparable al de sus compañeros, poniendo a prueba las distintas capacidades necesarias en un entorno escolar. Binet pensaba que, con la intervención adecuada, los niños podían mejorar. Y utilizó el concepto de edad mental para compararlo con su edad cronológica.

Lewis Terman, de la Universidad de Stanford, construyó a partir de las ideas de Binet el potente test de CI “Escalas Stanford-Binet”, dirigido a niños de distintos rangos de edad (4). Con tareas tan variadas como la construcción de bloques y el vocabulario de imágenes, las escalas evaluaban a los niños de forma exhaustiva. También inventó el concepto de CI junto con Stern (cociente intelectual y que muchos mal llaman coeficiente intelectual), que era la división de la edad mental por la edad cronológica multiplicada por cien. Por ejemplo, si tu hijo tiene 10 años y su edad mental equivale a la de un niño de 12 años, su CI se habría calculado como 12/10 * 100 = 120 CI. Sin embargo, ahora el CI se calcula de una forma muy diferente, como puedes ver en nuestra página sobre la escala de CI.

Terman también inició un estudio longitudinal para conocer el rendimiento posterior de los niños superdotados y descubrió que alcanzaban un mayor grado de éxito académico y profesional. Sus hallazgos se han replicado exhaustivamente y es una teoría sólida actual que el CI alto se correlaciona fuertemente con muchas formas diferentes de éxito, como el rendimiento académico, la carrera, la profesión, el dinero e incluso la salud y la esperanza de vida. Puedes ampliar más información al respecto en nuestro artículo sobre la correlación entre el CI y el éxito.

En 1914 estalló la Primera Guerra Mundial y los mejores psicólogos de Estados Unidos se reunieron con los líderes militares para discutir cómo podían ayudar en el esfuerzo bélico. Acordaron que clasificar a los reclutas de forma eficiente era un objetivo importante y trabajaron en la creación de los Army Tests, pruebas de inteligencia fáciles de puntuar y que podían administrarse a grandes grupos. Había dos pruebas, la prueba Alfa, para personas que sabían leer y que evaluaba la información general y las habilidades verbales, y la prueba Beta, que era no verbal con tareas como el diseño de bloques, la percepción y los laberintos.

Tras el fin de la guerra, David Wechsler, que trabajaba en el Hospital Psiquiátrico Bellevue de Nueva York, llegó a la conclusión de que las escalas Stanford-Binet eran problemáticas, sobre todo por su excesivo foco en las tareas verbales. Y es que Wechsler pensaba que un peso excesivo de las tareas verbales podía conducir a infravalorar el nivel de inteligencia de los niños con escasas habilidades verbales. Así que en 1939 publicó su primera versión de lo que se convertiría en las famosas Escalas de Inteligencia de Wechsler, que son el test de CI más utilizado hoy en día por los psicólogos profesionales.

Estas escalas no eran innovadoras en las tareas que utilizaban, ya que eran más que nada una recopilación de las tareas de distintos tests disponibles en la época, pero en conjunto crearon la evaluación más completa del momento. Wechsler no apoyó sus escalas en una nueva teoría. Era más que nada un enfoque práctico que buscaba ser más preciso en las evaluaciones de la vida real.

La aparición de muchas teorías sobre inteligencia

Más tarde comenzó una era de gran desarrollo teórico. Spearman sugirió que la inteligencia general era una energía mental, llamada "g", que estaba detrás de cada tipo de habilidad. Y que también había tipos específicos de inteligencia que cada tipo de tarea ponía a prueba. Esta propuesta se denominaría la teoría de los dos factores. Para el conocido Thorndike, la inteligencia consistía en asociaciones. Cuanto más inteligente era una persona, más conexiones cerebrales tenía. Las pruebas de inteligencia serían un método indirecto para descubrir el número de conexiones. Aunque reduccionista, fue otro intento de apuntalar la teoría de la inteligencia en la psicobiología.

Thurstone, enemigo científico de Spearman, propuso que la inteligencia se componía de siete capacidades interrelacionadas, como la memoria, el razonamiento inductivo o la fluidez verbal, y que no existía una "g" única. Cattell por su lado encontró pruebas de dos factores generales de la inteligencia, la inteligencia fluida -la capacidad bruta de procesamiento, la habilidad para razonar en situaciones novedosas y aprender rápido- y la inteligencia cristalizada -que representa el aprendizaje y el conocimiento-. En 1940 desarrolló su test libre de cultura centrado exclusivamente en la inteligencia fluida.

Sería la teoría jerárquica de los tres niveles de inteligencia de Carroll la que tendría mayor impacto. Combinada posteriormente con las teorías anteriores de Cattell y Horn, se conoce como la teoría Cattell-Horn-Carroll de la inteligencia (modelo CHC), que es el modelo de inteligencia más probado y ampliamente aceptado que existe en la actualidad. Según la teoría CHC contemporánea (7), la inteligencia se estructura en tres niveles:

  • En la parte superior hay un factor de inteligencia general, al que no se le da mucha importancia.
  • A continuación, hay siete factores intermedios que se correlacionan con la "g" general en distinta medida. Son: 
  1. inteligencia fluida (Gf) 
  2. inteligencia cristalizada (Gc),
  3. memoria a corto plazo (Gsm), 
  4. procesamiento visual (Gv), 
  5. procesamiento auditivo (Ga), 
  6. memoria a largo plazo (Ga) y
  7. velocidad de procesamiento (Gs)

En el último nivel, cada factor se compone de varias habilidades específicas, que no enumeramos aquí para simplificar.

Otras teorías recientes sobre inteligencia

Además de la CHC, han aparecido otras teorías que son contendientes válidas. En primer lugar, debemos mencionar los tests de CI basados en el enfoque neuropsicológico de Luria. Estas pruebas se centran más en intentar evaluar los procesos que subyacen a la cognición y no los resultados de la cognición en sí como las tareas verbales.

Algunos ejemplos son el Kaufmann Assesment Battery for Children y el Cognitive Assesment System for Children de Das y Naglieri. Esta última prueba se basa en la teoría de que hay que evaluar cuatro procesos: (1) la planificación, (2) la atención, (3) el procesamiento simultáneo (cuando hay que integrar varios elementos en un todo conceptual con tareas como las matrices) y (4) el procesamiento secuencial (a veces denominado memoria de trabajo con tareas como la repetición de frases). No debería sorprendernos que estas pruebas hayan mostrado un menor sesgo racial y un diagnóstico más potente de los puntos fuertes y débiles.

Una segunda teoría que está cobrando fuerza es el modelo g-VPR sugerido por Johnson y Bouchard en 2005 tras reanalizar y comparar los distintos modelos. Basado en las teorías anteriores de Vernon, afirma que la inteligencia está formada por la inteligencia general en la cúspide y tres factores intermedios: la capacidad verbal, perceptiva y rotacional/cinestésica.

Por último, debemos mencionar la ola de teorías que se centran no sólo en el componente de la comprensión de Aristóteles, sino también en los componentes de hacer y fabricar. A ellas pertenecen la teoría de la inteligencia emocional de Goleman e incluso enfoques más holísticos como la famosa teoría de las inteligencias múltiples de Gardner. Su lista de inteligencias es

  • Lingüística
  • Lógico-matemática
  • Espacial
  • Corporal-kinestésica
  • Musical
  • Interpersonal
  • Intrapersonal

Hay que tener en cuenta que los partidarios de enfoques más holísticos no rechazan necesariamente las definiciones más restringidas de la inteligencia por no ser válidas. Lo que afirman es que son demasiado restringidas y que la inteligencia debería concebirse de forma más holística para hacerle justicia. Sin embargo, es precisamente la fuerza de las teorías más restringidas, su validez estadística, lo que constituye la debilidad de los enfoques más holísticos que carecen de una validación exhaustiva en datos. Para Gardner, por ejemplo, los instrumentos objetivos no podrían ser la base para medir la inteligencia real, que debería basarse más en observaciones de habilidades y preferencias en actividades del día a día. Una afirmación en contra de la mayoría de los científicos del campo y que explica por qué resulta difícil probar sus teorías.

La etapa actual en investigación de la inteligencia

Hoy en día, los tests de CI se utilizan sobre todo para diagnosticar déficits de aprendizaje, ayudar a tomar un camino profesional y predecir logros. Los niños se someten a las pruebas con mucha más frecuencia que los adultos. Y desde un punto de vista geográfico, los países occidentales los utilizan con más frecuencia que los países asiáticos, africanos y latinoamericanos, pero estos últimos están acelerando el ritmo de adopción.

Hemos visto que la historia y el desarrollo de la teoría de la inteligencia y la creación de los tests de CI no han ido precisamente de la mano. Esto sigue siendo así. Científicos de la inteligencia como Flanagan están intentando salvar la distancia enseñando a seguir un enfoque de batería cruzada que permite evaluar el CI según el modelo CHC. Se trata de utilizar subpruebas de diferentes tests de inteligencia para evaluar todas las capacidades del modelo CHC. Este enfoque también permite personalizar las tareas elegidas en función de los aspectos de la persona que realmente necesitan ser evaluados.

En resumen, debemos tener presente que "todos los principales tests de CI miden bien la g,...aunque algunos arrojen CIs más basados en la parte verbal, y otros quizá CIs en la parte espacial". Así que si aún no lo has hecho, prueba nuestro test de CI de inteligencia fluida basado en la propuesta de Cattell. Es rápido y una buena estimación de tu nivel de CI.